Llevo unos cuantos días leyendo y no es que los busque es
que me caen en las manos, sobre personas, gente que no entiendo esa forma de expresarse
con tanto odio, burla y rencor hacia los cristianos o directamente hacia Jesús.
Yo les podría contestar tantas cosas dejándome llevar por
los sentimientos de la carne, pero eso no es correcto.
Si tengo la responsabilidad de decirte que Jesús vino
como parte de un plan perfecto donde durante su estadía el mensaje que llevó
fue de amor y de unión, Él nunca promovió el odio o guerra entre hermanos. No
quiero hacerte la historia larga, pero Jesús tuvo que morir en la cruz y
derramar su sangre para que todos nuestros pecados fueran perdonados y si
aceptamos eso y de que Él resucitó para vencer la muerte y al maligno, entonces
serás salvo.
En la época de Jesús al igual que ahora hay dos opciones;
sigues a Jesús o no lo sigues. Pero, si no lo sigues, entonces ¿qué críticas?, ¿qué
buscas?, ¿qué persigues? Si ya tomaste la decisión sigue tu camino.
Yo no te juzgo por las cosas que haces, eso no me toca a mí,
pero no me pidas que esté de acuerdo y de que aplauda tus conductas cuando no
van con mis principios y creencias. Si no sabes cuales son esas conductas te las
puedo enumerar según la palabra. Yo te amo y te respeto como a mí mismo. Así
que no espero menos de tu parte.
Es fácil seguir a Jesús, repite esto en silencio o en voz alta y el Señor te recibirá
con los brazos abiertos y desde ese momento tu vida será otra. Tu vida no la
tienes que cambiar, el Espíritu Santo que morará en ti se encargará de irte
moldeando. La pregunta es ¿lo harás?"que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo."
"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación."
Romanos 10:9-10
Ahora, si no crees en Jesús, no quieres creer o no te
convence, ese ya es tu problema y te tocará a ti bregar con eso en su momento
dado.
Como buenos cristianos y creyentes en Jesús nuestra responsabilidad
es hablarte del Evangelio, de la salvación y de amarte como a mí mismo de la
misma forma que Jesús nos amó. No criticarte, no juzgarte, no perseguirte y
menos condenarte. Todos somos hijo de Dios, es cuestión de que lo aceptes.
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